El ‘canadian dream’

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Por: Sharon Hernández

El 9 de noviembre de 2016, la página web oficial para asuntos de inmigración de Canadá colapsó producto de la cantidad de visitas que recibió tras conocerse que Donald Trump había sido electo como nuevo presidente de los Estados Unidos. El discurso anti inmigrante de Trump, que definió su campaña y continúa marcando su agenda política, provocó que los americanos y residentes en ese país dirigieran su mirada a Canadá, la nación vecina que hoy es vista como un oásis para quienes quieren inmigrar.

En tan solo dos meses de mandato, Trump ha impulsado controversiales iniciativas en claro rechazo a  los inmigrantes y refugiados. Dos de las decisiones que más han generado caos y un amplio debate a nivel mundial, han sido la firma del decreto que haría realidad la construcción del muro en la frontera con México; el veto migratorio para los ciudadanos provenientes de Irán, Somalia, Sudán, Yemen, Siria y Libia, -países mayoritariamente musulmanes- y la suspensión del programa de refugiados sirios.

En contraste, y en medio de la desesperanza para las miles de personas que  hoy sufren la crudeza de la guerra y que buscan en Europa -donde la situación no es menos compleja- y más lejos aún, en América, una oportunidad para establecerse y restablecer sus derechos fundamentales, se encuentra Canadá; liderada por un Primer Ministro que reconoce que los inmigrantes han hecho de ese país lo que es hoy: una nación desarrollada, con una sólida economía y con uno de los mejores estándares en calidad de vida.

Mientras Estados Unidos retrocede en su política migratoria, Canadá inició el año nombrando a Ahmed Hussen  como nuevo ministro de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía. Sin duda un paso hacia delante y una señal para el mundo en medio de la actual coyuntura.

Hussen llegó como refugiado de guerra hace más de dos décadas a Canadá.  Fue el primer ciudadano de origen somalí que se convirtió en miembro del Parlamento canadiense, y este año alcanzó el cargo público en el que continuará ejecutando una de las políticas migratorias más admiradas en este momento en el globo.

Canadá ha sido reconocido históricamente por abrir las puertas a miles de ciudadanos provenientes de todos los rincones del mundo. Muchos huyeron de las guerras de sus países en Europa, África, Asia y América Latina, y arribaron en búsqueda de nuevas oportunidades. Así sucedió en 1830 cuando refugiados polacos huyeron para escapar de la opresión rusa, o en 1950 cuando Canadá admitió a los árabes palestinos, expulsados ​​de su tierra natal por la guerra israelí-árabe de 1948, o en 1992 cuando 5.000 musulmanes bosnios fueron admitidos en Canadá para escapar de la limpieza étnica en la guerra civil yugoslava, por citar algunos casos.

Otros llegaron simplemente en busca de mejores oportunidades de estudio y trabajo, y encontraron un hogar. Fue así como desde sus inicios este país se levantó en una mixtura cultural en donde miles llegaron para hacerlo más grande, cálido, humano, rico y próspero.

Basta con recorrer las calles de Toronto para encontrar personas de diversos orígenes, gente proveniente de India, Bangladesh, Polonia, Kosovo, Italia, Venezuela, Uruguay, Filipinas, Colombia, entre muchos otros lugares, quienes cohabitan en un solo espacio reafirmando que esta no es la excepción, sino el mapa social de Toronto, la ciudad más multicultural de Canadá y una de las más diversas del mundo. 

“En Canadá vemos la diversidad como una fuente de fuerza, no de debilidad. Nuestro país es fuerte no a pesar de nuestras diferencias, pero debido a ellas”, declaró el Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau, en declaraciones recientes ante las Naciones Unidas.

Justin Trudeau / Ilustración Pixaby

De esta manera, y en una política pública coherente con su esencia y ADN, la Canadá de Trudeau continúa impulsando una política migratoria que reconoce la importancia de promover los derechos humanos, de las mujeres, las minorías, y de todos los ciudadanos. Una política que no da la espalda a una problemática mundial.

Refugiados sirios, la apuesta más grande

Hoy Canadá abre las puertas a ciudadanos sirios que tras casi seis años de guerra en su país buscan nuevas tierras donde sembrar su futuro. Ya son 40.081 refugiados los que han arribado a Canadá desde noviembre de 2015 bajo un programa que funciona como modelo para el mundo. 

A través del Programa de Refugiados y de Reasentamiento Humanitario, impulsado por el Gobierno de Canadá, en colaboración con una extensa red de asociados; los refugiados abrazan un nuevo comienzo lejos del horror de la guerra.

El apoyo privado de organizaciones no gubernamentales, empresarios, grupos sociales, y toda clase de voluntarios dispuestos a patrocinar un refugiado ha contribuido al desarrollo del programa dando la bienvenida a miles de familias y ayudándolos a establecerse e integrarse con éxito.

Del grupo de refugiados a la fecha, 14.274 han sido patrocinados por privados, quienes, junto con los más de 25.000 patrocinados por el Gobierno, reciben apoyo emocional y financiero, así como la orientación y la prestación de una amplia gama de servicios fundamentales en el proceso de adaptación que toma alrededor de un año.

«El programa es muy exitoso, lo único que puedo decir es que mi familia y yo estamos muy felices de estar aquí», aseguró un refugiado sirio, quien vive en Toronto y pidió no revelar su identidad.

“Los canadienses han abierto sus brazos y sus corazones a las familias que huyen del conflicto en curso en Siria. Y desde el momento en que llegaron, esos refugiados fueron bien recibidos, no como cargas, sino como vecinos y amigos. Como nuevos canadienses”, resaltó Trudeau ante la ONU.

Entonces, ¿por qué desconocer el potencial y el poder de todos aquellos que se ven obligados o quieren inmigrar, que buscan dar lo mejor de sí en otros países, que buscan aprender, emprender, estudiar, trabajar, conformar una familia y convertirse en ciudadanos con igualdad de derechos más allá de las fronteras? Sin duda, una tarea por aprender para el mundo y, especialmente, para el nuevo vecino, Donald Trump.

 

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